Rayambal, lluvia y candor
El objetivo de un viaje no es vivir nuevas experiencias,
sino cuan preparado estás para dejarte sorprender, pues está garantizado que nada
será predecible, para eso quédate en casa ¿no?
Aquel día abrí los ojos ansiosa ganándole al sol por primera vez, cogí cámara y mochila y salí de casa, la aventura no podía esperar. Próximo destino: sierra Liberteña, Rayambal, donde llevaríamos show navideño, y los víveres que nos dieron el alcance en Otuzco.
Llegamos al medio día, pasando antes todos los abismos desde Otuzco.
Al poner el primer pie en Rayambal lo supe, no me encontraba más en Trujillo. Estaba en la base de una gran olla, rodeada de cerros cubiertos por grandes alfombras verdes de gras, casitas de adobe, carneritos pasando el arco de futbol, con niños no tan tímidos jugando y una nube como algodón dándonos la bienvenida desde la cima. Entramos pronto al salón a organizar y almorzar la merienda más picante, caliente y deliciosa que he probado.
Y cuando el último huesito hubo llevado la perrita de la zona, jugamos con los niños. Adoré sus rostros: aquellas tonalidades rojas quemadas, con una pincelada de tierra en las mejillas, y unos preciosos ojos verdes de entre todos, que me hicieron correr con mi cámara. Capturé aquella expresión salvo que olvidé su nombre. Del juego pasamos al show navideño, chocolate y regalos. Todos los niños lo disfrutaron bien al poncho; el frío nos hacía bailar y la lluvia amenazaba cada minuto. Por ello culminamos la actividad y corrimos al salón a ritmo de bomberos; mientras las madres con sus hijos, desaparecían entre la neblina. El chofer, por otro lado, tenía varios grados de alcohol en su torrente sanguíneo.
Reunión rápida de unos trujillanos muy estresados. Se tomó la decisión de esperar al jefe del bus en el salón, la líder logró llamarlo pese a la mala cobertura. Al llegar subimos al bus: cinturones puestos, una plegaria y la líder de copilota. El bus arrancó y entre giros, saltos y sobresaltos llegamos a la cima, Barro Negro, en 1 hora. Esperen, todavía falta lo mejor, 4 maravillosas horas hasta Trujillo. Donde una amiga uso la bolsita milagrosa, nos bañaron al lavar el bus y casi pagamos coima, viaje común. Entrando la madrugada llegué a casa, sin olvidar mi próximo viaje a Lima sin pasaje de retorno para el 23 de diciembre. Pero queridos amigos, eso es otra aventura.
Aquel día abrí los ojos ansiosa ganándole al sol por primera vez, cogí cámara y mochila y salí de casa, la aventura no podía esperar. Próximo destino: sierra Liberteña, Rayambal, donde llevaríamos show navideño, y los víveres que nos dieron el alcance en Otuzco.
Llegamos al medio día, pasando antes todos los abismos desde Otuzco.
Al poner el primer pie en Rayambal lo supe, no me encontraba más en Trujillo. Estaba en la base de una gran olla, rodeada de cerros cubiertos por grandes alfombras verdes de gras, casitas de adobe, carneritos pasando el arco de futbol, con niños no tan tímidos jugando y una nube como algodón dándonos la bienvenida desde la cima. Entramos pronto al salón a organizar y almorzar la merienda más picante, caliente y deliciosa que he probado.
Y cuando el último huesito hubo llevado la perrita de la zona, jugamos con los niños. Adoré sus rostros: aquellas tonalidades rojas quemadas, con una pincelada de tierra en las mejillas, y unos preciosos ojos verdes de entre todos, que me hicieron correr con mi cámara. Capturé aquella expresión salvo que olvidé su nombre. Del juego pasamos al show navideño, chocolate y regalos. Todos los niños lo disfrutaron bien al poncho; el frío nos hacía bailar y la lluvia amenazaba cada minuto. Por ello culminamos la actividad y corrimos al salón a ritmo de bomberos; mientras las madres con sus hijos, desaparecían entre la neblina. El chofer, por otro lado, tenía varios grados de alcohol en su torrente sanguíneo.
Reunión rápida de unos trujillanos muy estresados. Se tomó la decisión de esperar al jefe del bus en el salón, la líder logró llamarlo pese a la mala cobertura. Al llegar subimos al bus: cinturones puestos, una plegaria y la líder de copilota. El bus arrancó y entre giros, saltos y sobresaltos llegamos a la cima, Barro Negro, en 1 hora. Esperen, todavía falta lo mejor, 4 maravillosas horas hasta Trujillo. Donde una amiga uso la bolsita milagrosa, nos bañaron al lavar el bus y casi pagamos coima, viaje común. Entrando la madrugada llegué a casa, sin olvidar mi próximo viaje a Lima sin pasaje de retorno para el 23 de diciembre. Pero queridos amigos, eso es otra aventura.
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